Cita con los maestros

Historias de Amor

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Alicia Valverde

lunes, 9 de diciembre de 2013

Dieciséis




Segunda estantería, tercer libro a partir de la izquierda.

 Poesía. Hojas de Hierba de Walt Whitman.

Adoro ese libro. Me gusta sentir el tacto de sus hojas bajo mis dedos, gastadas por el tiempo y las horas de lectura.

Noches de insomnio. Albas de reflexión. Primaveras de ilusión. Veranos de pereza. Otoños de resignación. Inviernos de alma fría.

Estoy segura de que si cierro los ojos puedo acariciar los versos con mis dedos y recitarlos de memoria.
Los leo, releo, saboreo, disfruto, uno a uno. Walt Whitman es más mucho más que Oh Capitán, mi Capitán.
 Es la esperanza en la humanidad, la fe en las relaciones.
 Él es el amor, esperar amor, hacer el amor, sentir el amor, soñar el amor.
Paso cada hoja con cuidado, devoción, reverencia. Y al llegar a la página 50 allí está mi querida y vieja conocida.

Seca, perfecta, uniforme, delicada. Conserva el color del terciopelo de vestidos de noche solemne. Aquella noche su color era rojo, intenso, brillante. Su fragancia intensa.

Fue la primera vez que asistí a la Noche de San Juan sin mis padres. Debía estar de vuelta a medianoche, estaría acompañada por adultos responsables, no parecía un precio alto a cambio de unas horas de magia.

Pelo largo, cepillado hasta brillar. Vestido blanco con rayita azul claro. Zapatos bajos, bailarinas de charol. Colonia de limón. Sin maquillar, no tenía edad.

Y en ese momento mi abuela, que había salido al balcón, entró sosteniendo entre los dedos lo más valioso que tenía.
La primera rosa de su pequeño rosal. No era muy grande. Y era tan bonita, tan preciosa, olía tan bien.

Me pidió que me acercase y cogiendo un alfiler que había dejado sobre la mesa, prendió la rosa en la solapa de mi vestido y me llevó hasta el espejo de la entrada.

Nunca he sido bonita, ni atractiva. Pero aquella noche me sentí diferente. No era yo, era la rosa, estaba segura de ello.

Salí de casa con paso alegre, rápido, impaciente por disfrutar de la música y la noche.
Llegué al edificio en el que se celebraba la verbena, entré y la música me guió hasta un patio interior grande y antiguo.

Una fuente en el centro, flores, árboles, mis amigas, mis amigos, los adultos responsables, la orquesta y la Luna, llena, brillante, inmensa.
Durante tres horas bailé, reí, me bebí la noche a tragos largos. Disfruté como solo se disfruta cuando tienes 16 años.

Una hora antes de la medianoche los fuegos artificiales iluminaron el cielo. Cascadas de luz brillante, colores que subían alto y caían de nuevo.
Mientras todos contemplábamos absortos la magia del fuego en el cielo, él pronunció mi nombre. Me di la vuelta y allí estaba.
 La última voz que esperaba escuchar llamándome. Porque era popular, porque por él suspiraban todas, porque yo no era popular, ni bonita, ni nadie suspiraba por mí.
Tendió su mano, la cogí, me guió hasta un limonero. Y allí entre las sombras, me dijo en un susurro :
“Esta es una noche especial. Así que no me negarás un beso”. 

Y lentamente, sonriendo acercó su cara a la mía y me besó. Suave y dulce. Cálido y perfecto.

Cuando aquel beso, mi primer beso acabó, el mundo se había detenido, había desaparecido. Solo estábamos él y yo.

 Luego dijo “Te acompañaré a casa. No debes llegar tarde”. Ante mi sorpresa respondió “Mi hermana me ha dicho que debes estar de vuelta antes de medianoche”.

Cogidos de la mano, en silencio, sonriéndonos de vez en cuando, llegamos a la puerta de mi casa. Antes de despedirnos, me besó de nuevo. Esperó a que entrase en el portal y se despidió.

Dos días después mi madre me comentó que él y su familia se marchaban de la ciudad. Su padre había ascendido de categoría y la empresa le trasladaba.

Aquel fue un verano extraño. Nunca entendí porque me besó. Ni porque decidió despedirse de mi de aquella forma. No he vuelto a verle.

Pero de vez en cuando busco a mi viejo amigo Walt Whitman que guarda en la página 50 de su libro de poemas, el testigo de aquel beso.

La rosa. Ahora seca y elegante como una dama de otro tiempo. Eco de una noche de fuego y magia. La rosa. Mi rosa.








Historia enviada por : Blanca Rosa Fernández Moreno.

                                                     

Blanca R. Fernández

@BlancaRFernndez 

(8-8-65BCN)guionista,locutora,actriz d voz,profesora,La Pequeña Balboa(radiomania.es viernes&http ://elpratradio.cat domingos)
                                              Barcelona · truckpy.blogspot.com 



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